Arturo Soto sobre su interés en documentar las dinámicas cotidianas de las calles
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¿CÓMO EMPEZASTE CON LA FOTOGRAFÍA?
Mi primer acercamiento a la fotografía como una práctica formal fue en la universidad, cuando estudiaba diseño gráfico. De eso ya tiene casi 20 años, pero la verdad no me atrapó del todo; mucho era foto de producto y nunca fue lo mío. Lo dejé por la paz por muchos años en los que solo usaba mi cámara para las clásicas fotos de viajes que hacía en mis vacaciones. Como por el 2017 me fui interesando por el arte contemporáneo y específicamente en las posibilidades de la imagen para contar algo, pero desde una perspectiva más social. La imagen para hablar de la periferia, de los espacios marginados, del género, para hacer una denuncia o para visibilizar algo. Fue cuando comencé a reflexionar más acerca de las imágenes que yo mismo producía, empecé a cuestionarlas y a producir más, y volteé la mirada a mi propio entorno, a mis recorridos habituales, a las dinámicas de las que formo parte. Decidí estudiar un diplomado en fotografía en el Gimnasio de Arte y Cultura, en donde conocí a excelentes fotógrafos que fueron mis profesores. Olivia Vivanco fue mi primera profesora en esta nueva forma de entender la fotografía. Y así continué formándome tomando talleres en el Centro de la Imagen y en espacios de arte independientes. Mientras avanzaba en ese camino de formación de un lenguaje propio, supe que lo que me interesaba estaba en las calles.
¿Qué te atrae de la calle?
Me gusta la calle porque es un espacio de dinámicas sociales que cambian todos los días y sin embargo se mantienen. La calle es un espacio en el que ocurre de todo. Pero, en particular, me interesan dos cosas que ocurren en ella: el comercio y la fe; y no es difícil ver que son dos cosas que conviven y que se sostienen. En el comercio, particularmente en ese que llamamos informal, se perpetúan o se visibilizan un montón de cosas que me parecen interesantísimas: roles de género, estereotipos, modas, colonialismo, protesta, hasta los deseos de un mundo distinto. También creencias, la fe. ¿Y la fe? Me encanta ver cómo esta, cuando sale a la calle y deja la rigidez de un espacio institucional —como lo sería un templo— muta; se mezcla con otras creencias, se permite ser más libre. También me interesa cómo se vuelve objetos y transacciones, puestos y producción en serie.
Me gusta la calle porque es un espacio de dinámicas sociales que cambian todos los días y sin embargo se mantienen.
¿CÓMO DEFINES LOS TEMAS DE TUS PROYECTOS?
Depende, algunas veces el tema está ahí, muy visible y solo me dedico a entender y documentar. Por ejemplo, durante un año estuve fotografiando un puesto de disfraces que se pone en la esquina de la casa de mis papás. El puesto está ahí todos los días, pero nunca es el mismo; todos los días cambia la disposición, los personajes, la temporada. Y yo me dediqué a fotografiarlo sin modificar nada, parándome siempre en el mismo punto. Creo que me gusta ese cruce del espacio con el tiempo. Otros proyectos se van formando con lo que almaceno en mi archivo.
¿CUÁL ES TU PROCESO DE TRABAJO?
Normalmente lo hago a partir de mi archivo. Partiendo de mis dos principales intereses es como salgo a buscar espacios, objetos y relaciones. Cuando siento que tengo una cantidad suficiente de imágenes es que edito y voy encontrando hilos conductores para hacer una narrativa. Varias de las series que he trabajado o que sigo trabajando tienen que ver con una temporalidad específica y cíclica, como la festividad anual de un santo o una imagen religiosa. Soy muy fan de todo lo que sucede alrededor del 2 de febrero.
¿Qué fotógrafxs te inspiran?
Me gusta mucho el trabajo de fotógrafos que encuentren en la cotidianidad de las calles un estilo y algo que contar. Larrry Hallegua, a quien conocí por Instagram; Alexis Landin, amo sus análogas que rayan en lo sórdido; Tonatiuh Cabello, sus imágenes sobre la cotidianidad y la fe desde una mirada periférica; de Luvia Lazo me encantan sus fotos callejeras que tienen un tratamiento tan escultórico; Fermín Guzmán y su documentación de Chimalhuacán; a Martin Parr, con su estilo tan particular, tan llamativo y saturado; Federico Gama es otro de mis referentes, tiene series que documentan creencias o grupos específicos que me encantan y escucharlo hablar de sus procesos de trabajo es maravilloso; Olivia Vivanco y todo lo que ha trabajado alrededor de la migración, es un abordaje que respeto mucho; a Sonia Madrigal también, el uso de la imagen para denunciar la violencia de género en los lugares que habita. Yolanda Andrade, quien fue mi profesora en un diplomado.
¿QUÉ TE DEPARA EL FUTURO?
Quiero comenzar a producir fanzines o fotolibros breves con lo que tengo en mi archivo. También quiero explorar más lo que puedo hacer con la fotografía análoga, es otro mundo al que le he entrado este año, pero quiero hacer más. Y quiero imprimir y comenzar a promover mis fotos, sé que no son fotos “bonitas”, pero seguro habrá quienes quieran comprar una para decorar su sala, jaja.
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ARTURO SOTO – @elarturoso
Arturo Soto (Ciudad de México, 1984) es diseñador gráfico, titulado por la UNITEC. Cursó la especialidad en Creatividad y Estrategia Publicitaria, impartida por la Escuela Nacional de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes (EDINBA) y el Diplomado de Fotografía en el Gimnasio de Arte y Cultura. Actualmente es director de un despacho de diseño especializado en formatos digitales e identidad corporativa y es editor de fotografía de la revista Mi Valedor.
Sus líneas de investigación fotográfica son: el cuerpo y la calle como territorios políticos, la práctica como documento y memoria, la fotografía como un ejercicio de visibilidad política en el contexto urbano y la construcción de imagen sobre las periferias y grupos disidentes.
Puedes seguir su trabajo en @elarturoso y mivaledor.com
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